sábado, 19 de octubre de 2013

¿Los mitos de las serpientes gigantes de los guaraníes eran reales?

En la mitología guaraní se nombran a muchas, como por ejemplo al “mbói jagua” (Culebra Perro), una serpiente gigante de más de 20 metros. ¿Pero pudieron haber existido realmente?.
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¿Los mitos de las serpientes gigantes de los guaraníes eran reales?
Una producción reciente del Canal History Chanel apunta a que algunos de los mitos de los guaraníes podrían haber sido realmente historias basadas en hechos ocurrido en distintas aldeas y de encuentros reales con criaturas de lo profundo de la selva.
Históricamente el informe presenta en su versión en portugués y que será próximamente emitido en español, a las teorías que apuntan a encuentros entre los primeros habitantes guaraníes con serpientes gigantes de más de 20 metros y que entraban a las aldeas por las noches a llevarse algún trofeo por no rendirle culto al río.
Los hallazgos de los primeros colonizadores que llegaron a principios de 1900 narran también encuentros con grandes serpientes y animales hasta ese entonces nunca vistos, eso hace pensar que muchos de los llamados hasta hoy “mitos” guaraníes no lo serían tanto.
Una serpiente no reconoce las fronteras políticas entre los países. Tampoco reconoce las diferencias culturales entre los que han podido observarlo o estudiarlo. Es siempre el mismo animal sólo que observado a través de cristales diferentes. Entonces no resulta sorprendente que diferentes personas acaben describiéndola de manera diferente.
Aparentemente no existe consenso en cómo debe ser aplicado el término guaraní  “mbói jagua”, si para un animal real o un animal mitológico. Sin embargo, hay que entender que para los indios guaraníes la frontera entre lo real y lo imaginario probablemente era muy difusa. A esto se podría haber sumado un intercambio cultural con otras tribus, del Brasil, que habría que tener en cuenta.
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Mitos guaraníes
En 1906, el explorador Percy H. Fawcett, oficial del Royal Engineers británico, fue comisionado por la Royal Geographical Society para mapear los ríos Abunã y Acre, en la frontera entre Bolivia y Brasil. En sus memorias de esas expediciones (publicadas póstumamente en “Exploración Fawcett”, editado y decorado por su hijo Brian Fawcett, Hutchinson, Londres, 1953) registró el siguiente incidente: “Estábamos a la deriva tranquilamente en una corriente perezosa no lejos por debajo de la confluencia de Tigor y el Río Negro cuando de casi debajo de la proa del igarit’e [bote] apareció una cabeza triangular y varios metros de cuerpo ondulante. Era una anaconda gigante. Salté por mi rifle en cuanto la criatura comenzó a subir por la ribera, y casi sin apuntar, le metí una bala de punta blanda de calibre .44 en su espinazo, diez pies [3 m] por debajo de la diabólica cabeza. Al instante hubo una conmoción de espuma, y varios golpes pesados contra la quilla del bote, sacudiéndonos como si hubiéramos chocado contra un tronco.”
“Nos bajamos a la orilla y nos aproximamos a la criatura con precaución. Tanto cuanto fue posible medirla, un largo de 45 pies [14 m] descansaban fuera del agua y 17 pies [5 m] descansaban en el agua, dando un total de 62 pies [19 m]. Su cuerpo no era muy grueso, no más de 12 pulgadas [30 cm] de diámetro, pero probablemente había estado sin comida por mucho tiempo.”
Más abajo remata: “La Comisión Brasilera de Frontera me contó de una, matada en el Río Paraguay, ¡que excedía los ochenta pies [24 m] de longitud!”
Algot Lange narró en su libro “En la jungla del Amazonas: aventuras en las partes remotas del río Amazonas superior, incluyendo jornadas entre indios caníbales” que había matado a una anaconda gigante, “sucurujú” según los indios, con su pistola automática Luger de 9 mm y luego la desolló. Habla Lange: “‘Hombres,’ dije, ‘aquí estoy yo en este 29 de julio de 1910, parado frente a la piel de una serpiente cuyo tamaño es maravilloso. Cuando yo regrese a mi gente en los Estados Unidos de América, y les cuente que he visto y matado una Boa constrictor [en realidad, Eunectes murinus] de casi dieciocho metros de longitud, se van a reír y me van a llamar un hombre con lengua mala’”. Más abajo ofrece una pista sobre el paradero de su supuesta prueba: “Trajimos la piel al cuartel general, donde la preparé con jabón de arsénico y la coloqué en una caja para su posterior envío a New York”.
A pesar de muy detallados, estos relatos de serpientes gigantes siguen sin ser aceptados por la comunidad científica. Una última anécdota sirve para ilustrar muy bien las razones: en los primeros años del siglo pasado el presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt, ávido naturalista, donó a su amigo William Hornaday, director del Zoológico del Bronx, en la ciudad de New York, la suma de US$1,000 para que la ofrezca a la primera persona que les consiga una serpiente (viva y con buena salud, con todos los permisos y papeles necesarios) de longitud superior a 9 metros. El pozo ahora está en US$50,000 pero sigue sin tener ganador.
Si el hombre blanco puede imaginar tales bestias con seguridad los indios también podían. Así, de a poquito, la realidad se habría distorsionado en mito y luego este mito habría comenzado a distorsionar la realidad.

FUENTE:http://visitemosmisiones.com/noticias/notas-2/los-mitos-de-las-serpientes-gigantes-de-los-guaranies-eran-reales/

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